1+2=5, ¿no?
Me mosquea sobremanera que nos tomen a todos por idiotas (por no ser más visceral y empezar a rejurar en arameo y mentar a todos los antepasados de periodistas y ministros), a cada uno por la parte que le corresponda, que no soy partidario de las medias estadísticas.
Acabo de ver en el telediario, ese entrañable desinformativo, que el Gobierno a través del Ministerio de Vivienda planea una actuación en 4 años para adquirir suelo y promover la construcción de 1.500.000 viviendas.
O_O Así me he quedado. A ver, venga por todos lados a decir que la necesidad de vivienda en España (para compra, se sobreentiende) es alrededor de unas 500.000 al año y ya pecando de exagerados y resulta que ahora el Ejecutivo (no quiero buscarle significados alternativos y de sustantivos de similar pronunciación, que me pierdo) se quiere erigir en el motor de la economía, en el monopolista del suelo y el ladrillo. Si son 1.500.000 en 4 años, resultan 375.000 al año, lo que supondría un 75% de la actividad promotora que, teniendo en cuenta que no es que estén ahora los ladrones ladrilleros (como empiezan igual uno se confunde) muy lanzados a construir como hace un año... Vamos, que va a construir prácticamente todo lo que se construya.
Visto el panorama anterior, sale la tipa con cargo de Ministra de Vivienda (no quiero ni aprenderme el nombre, aunque directamente ni la conozca ni me haya hecho nada, pero mejor así) soltando la sobreexagerada mamarrachez que con esa medida el Estado no pretende presentarse como el salvavidas del sector de la construcción privada. La duda sobre la inteligencia ajena ofende, oiga. Una cosa es el silencio entre resignado y endemoniado y otra es la estupidez absoluta. Los cuentos de Pinocho, Cenicienta y demás, mejor se va a contarlos a una escuela y tal, que seguro que su público se lo agradece más.
El Presidente el otro día también se pegó una machada por sobrado cuando afirmó que el Estado iba a ser austero y no iba a despilfarrar ni a aumentar el déficit... (lástima de memoria la mía que no me permite recordar las palabras exactas).
Pues de todo lo anterior, me reconcome el cómo más que el qué. Quiero decir que no es tan preocupante (bueno, casi sí que lo es) que el Estado se vaya a gastar un montón de dinero (ya que en períodos de recesión, si el sector privado no invierte, lo debe hacer el Estado para estimular la economía, como tenía en mente Keynes y comparto plenamente), sino que se lo va a gastar en construir algo que, hoy por hoy, no se vende por varios motivos, que no sólo el precio. Y que va a reflotar a un sector que ha cometido demasiados excesos, para que con su memoria selectiva, en cuanto vuelvan a estar en la cima, se vean estimulados por la seguridad de que cuando vengan las vacas flacas, papá Estado proveerá. Me parece tremendamente más importante estimular la economía vía gasto público pero en otras áreas: infraestructuras (ferroviarias, principalmente), investigación (en vez de tanta beca tercermundista para mentes brillantes), fomento del autoempleo y creación de empresas que aumenten la competitividad internacional (como colchón ante la dependencia excesiva de la economía de un sólo sector), una política energética adecuada, desarrollo rural y mejoras de producción agraria (como dependamos para comer de los alimentos que tengamos que importar, la vamos a llevar de color al competir en precios con chinos, indúes y demás), etc.
Y lo que ya no puedo soportar más es que toman una decisión y la niegan, la esconden, casi como pidiendo permiso para actuar o arrepintiéndose por tener que dar la cara. Si tomas una decisión para estimular la economía vía gasto público (que en principio, digo, estoy de acuerdo), la tomas, la publicitas y punto. Pero no salgas diciendo, porque no sea la más adecuada forma de actuar económica y estratégicamente hablando (lo sepas o no), que no lo haces para reflotar a un sector, que no vas a incrementar el gasto público más allá de lo necesario... Hay que tener dos cojones para salir y decir: lo hacemos porque hay que hacerlo, nos podemos equivocar en cómo pero desde luego tenemos muy claro el por qué. No se puede pretender que el 100% de la población conozca los motivos racionales de todas las decisiones (mucho menos las económicas), pero eso no es motivo de vergüenza.
Sólo con eso mejoraría mi retortijón de tripas.
Si Hacienda investigara (o incoara el expediente oportuno, que seguro que investigado lo tiene) todos los grandes fraudes de los grandes "triunfadores" de los últimos años, cuánto mejores científicos podríamos tener y pagarles mejores sueldos, unos dignos al menos... (esto no viene a cuento de lo anterior, pero es una verdad como un templo).
A rascarla.